viernes, 24 de abril de 2009

Las hijas de la postmodernidad

Cuando estaba en el cole, a mis amigas siempre les gustaba caracterizar e imitar cuanta canción se ponía de moda. No importaba el ritmo, el cantante o el grupo, solo importaba que estuviera de moda y tuviera una coreografía.

Es así que ya en uno de mis últimos años de estudios, se puso de moda la canción Moulin Rouge. Entonces, mis amigas se dispusieron a aprenderse la coreografía.
Estábamos en esa época del año en que ya todo es webeo, y las clases pasan a estar de lado, osea que el tiempo libre sobraba. Cuatro o cinco amigas se organizaron y de a pocos se fueron aprendiendo la coreografía. Al comienzo era un chongo, pero con el pasar del tiempo ya pasó a ser algo característico y tomó mucha importancia. Y es que, cada vez se lo tomaban más en serio, tanto ellas que se aprendían mejor los pasos, como nosotras, eufóricas, que solicitábamos nos ofrezcan una actuación.

Ya para ese momento, el baile era reconocido no solo por la gente de mi salón, sino también por nuestras tutoras y por chicas de otros salones.

Llegamos así, a un día central. Un día en el que las chicas ya eran realmente expertas en el baile, y decidieron hacer una gran actuación. Nos mandaron a uno de los salones, mientras ellas se preparaban en el otro. Luego de unos minutos, nos llamaron para entrar a presenciar el show.

Era demasiado gracioso ver a mis amigas bailando, presentando su show, usando accesorios, incluso una de ellas tenía en la cabeza (un Dummy) de cabeza clava y decía que representaba a la negra (una de las cantantes). Luego de este gran show, mis amigas ya eran famosas, eran realmente conocidas; pero lamentablemente, a la directora del colegio (que era una monja), todo esto no le parecía nada cómico. Es así que luego de darnos un gran sermón, de decirnos que este no era un baile para señoritas, y de prácticamente echarnos agua bendita y hacernos rezar mil rosarios, la monja decidió, desde ese día, bautizarnos como LAS HIJAS DE LA POSTMODERNIDAD.

Y es así, como las chicas de mi promo nos identificamos, y a pesar de que este apelativo, para la monja, era un “insulto”, para nosotras paso a ser, nuestra marca registrada.

1 comentario:

  1. Jajaja!!!

    La mayoría de chicas que conocí se sabían la coreografía... Todo un clásico.

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