A todos nos ha pasado que hemos llegado al salón de clases, y el profe, al entrar dijo: Bueno, guarden sus cosas, vamos a tener un pequeño control de lectura. Inmediatamente la chacota que había en el salón se detiene, las risas desaparecen, las caras felices se ponen serias, y empiezan los murmullos, la gente empieza a mirarse entre si, a preguntarse sobre qué será la prueba.
Todos empiezan a sacar sus lecturas y cuadernos, y repasan, o intentan repasar algo en algunos segundos, otros intentan persuadir al profe, y le piden que lo tome otro día, que no están listos, que no sea malito, que tienen muchas cosas que leer para otros cursos y que no tuvieron tiempo para leer para su curso.
Pero, tras prácticamente ponerse de rodillas y rogarle al profe que se compadezca de ellos, salen las hojas del maletín, y empiezan a ser repartidas. Los rostros de pánico empiezan a invadir el aula, las gotas de sudor empiezan a recorrer los rostros; la sentencia ha sido dada.
Los alumnos se quedan pálidos mirando el papel con las preguntas, y se miran unos a otros buscando en la cara del vecino la respuesta que los ayude a, aunque sea, sacar un 08 o una nota no tan deprimente. Algunos lapiceros empiezan a moverse escribiendo algo; otros simplemente se quedan inmóviles.
El tiempo se pasa lentamente, y las ideas no llegan a la cabeza, no saben que demonios escribir en ese pedazo de papel, y es que las preguntas no les permiten hacer algo que les fascina y en lo que son expertos: Florear.
Termina el tiempo planteado, y el profe dice la frase: Listo, entreguen. La gente, aunque no tenga la mas minima idea sobre las respuestas, se rehúsan a devolver las pruebas, le piden al profe “un ratito mas”, como si, en este ratito, van a lograr responder todo lo que no respondieron en una hora de examen.
Y así, tras unos minutos, la gente se resigna, y se da cuenta que no hay solución a su desgracia que no hay forma de salvarse, y ya sentenciados, devuelven la prueba.
La vergüenza invade los rostros de los jóvenes, quienes salen del salón asegurándose que no les volverá a pasar esto, que próxima SI estudian… un par de días después, todo se repite, otro control sorpresa, y el alumno? Pues no, no ha estudiado… pero, segurito, que para la próxima, si lo hace.
Todos empiezan a sacar sus lecturas y cuadernos, y repasan, o intentan repasar algo en algunos segundos, otros intentan persuadir al profe, y le piden que lo tome otro día, que no están listos, que no sea malito, que tienen muchas cosas que leer para otros cursos y que no tuvieron tiempo para leer para su curso.
Pero, tras prácticamente ponerse de rodillas y rogarle al profe que se compadezca de ellos, salen las hojas del maletín, y empiezan a ser repartidas. Los rostros de pánico empiezan a invadir el aula, las gotas de sudor empiezan a recorrer los rostros; la sentencia ha sido dada.
Los alumnos se quedan pálidos mirando el papel con las preguntas, y se miran unos a otros buscando en la cara del vecino la respuesta que los ayude a, aunque sea, sacar un 08 o una nota no tan deprimente. Algunos lapiceros empiezan a moverse escribiendo algo; otros simplemente se quedan inmóviles.
El tiempo se pasa lentamente, y las ideas no llegan a la cabeza, no saben que demonios escribir en ese pedazo de papel, y es que las preguntas no les permiten hacer algo que les fascina y en lo que son expertos: Florear.
Termina el tiempo planteado, y el profe dice la frase: Listo, entreguen. La gente, aunque no tenga la mas minima idea sobre las respuestas, se rehúsan a devolver las pruebas, le piden al profe “un ratito mas”, como si, en este ratito, van a lograr responder todo lo que no respondieron en una hora de examen.
Y así, tras unos minutos, la gente se resigna, y se da cuenta que no hay solución a su desgracia que no hay forma de salvarse, y ya sentenciados, devuelven la prueba.
La vergüenza invade los rostros de los jóvenes, quienes salen del salón asegurándose que no les volverá a pasar esto, que próxima SI estudian… un par de días después, todo se repite, otro control sorpresa, y el alumno? Pues no, no ha estudiado… pero, segurito, que para la próxima, si lo hace.
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