Ayer, luego de algunos días de esperar me fui a entrenar.
Debo confesar que la pereza se quería apoderar de mí.
La flojera intentaba ganarle a mis ganas de volver a las canchas.
Luego de una llamada a mi entrenador, y de confirmar que no iría por las puras, me dirigí a mi cuarto a ponerme la ropa que ya hace mucho había dejado de usar.
No me sorprendió ver mis zapatillas con polvo.
No me sorprendió que mi ropa tenga ese tufillo ha guardado que me suele dar alergia.
No me sorprendió encontrar mi rodillera con moho.
Era lo esperado.
Todos mis implementos me esperaban.
Ya me esperaban desde hace unos 6 meses.
Me esperaban desde que las usé por última vez.
Desde que las volví a desempolvar en la época universitaria.
Ayer fue extraño tomar el carro en un sentido que ya había olvidado.
Ayer fue raro abrir mi billetera para mostrar mi carnet universitario.
Ayer vi muchas caras nuevas.
Ayer sentí la universidad distinta.
Encontré muchos cambios.
Muchas cosas distintas y nuevas.
Y por primera vez me sentí ajena.
Me sentí extraña, casi una intrusa.
Pero todo cambió al ver el coliseo.
Todo cambio porque me sentí a gusto.
Todo cambio porque me sentí en mi zona, en mi barrio, en mi espacio.
Al pisar su suelo mi rostro se ilumino.
Al pisar su suelo mi sonrisa se expandió.
Al pisar su suelo mis pies se sintieron a gusto y solo esperaban para empezar a correr.
Ayer me sentí a gusto al regresar al deporte.
Ayer me reencontré con amigos que había dejado de lado,
Que había dejado en un segundo plano.
Pero que por suerte me recibieron con los brazos abiertos.
Fue genial el recibimiento.
Porque fue como si nunca lo hubiera dejado.
Como si solo un día antes hubiera entrenado.
Como si nada.
Me encanta el deporte.
Me encanta sentirme libre.
Saber que puedo vestir como me de la gana y no ser criticada por eso.
Saber que puedo gritar a todo pulmón y que nadie me dirá que me calle.
Saber que puedo correr y sudar, sin que me sienta incomoda.
Saber que puedo comportarme como una niña, sin miedo al que dirán.
Sin preocuparme por la edad.
Sin importarme si estoy enferma.
Ayer el entrenamiento llegó a su fin a las 9:30pm.
Y me sentí súper bien.
Me sentí muy a gusto.
Me sentí contenta.
Y me despedí con una promesa clara y directa: Volver.
Debo confesar que la pereza se quería apoderar de mí.
La flojera intentaba ganarle a mis ganas de volver a las canchas.
Luego de una llamada a mi entrenador, y de confirmar que no iría por las puras, me dirigí a mi cuarto a ponerme la ropa que ya hace mucho había dejado de usar.
No me sorprendió ver mis zapatillas con polvo.
No me sorprendió que mi ropa tenga ese tufillo ha guardado que me suele dar alergia.
No me sorprendió encontrar mi rodillera con moho.
Era lo esperado.
Todos mis implementos me esperaban.
Ya me esperaban desde hace unos 6 meses.
Me esperaban desde que las usé por última vez.
Desde que las volví a desempolvar en la época universitaria.
Ayer fue extraño tomar el carro en un sentido que ya había olvidado.
Ayer fue raro abrir mi billetera para mostrar mi carnet universitario.
Ayer vi muchas caras nuevas.
Ayer sentí la universidad distinta.
Encontré muchos cambios.
Muchas cosas distintas y nuevas.
Y por primera vez me sentí ajena.
Me sentí extraña, casi una intrusa.
Pero todo cambió al ver el coliseo.
Todo cambio porque me sentí a gusto.
Todo cambio porque me sentí en mi zona, en mi barrio, en mi espacio.
Al pisar su suelo mi rostro se ilumino.
Al pisar su suelo mi sonrisa se expandió.
Al pisar su suelo mis pies se sintieron a gusto y solo esperaban para empezar a correr.
Ayer me sentí a gusto al regresar al deporte.
Ayer me reencontré con amigos que había dejado de lado,
Que había dejado en un segundo plano.
Pero que por suerte me recibieron con los brazos abiertos.
Fue genial el recibimiento.
Porque fue como si nunca lo hubiera dejado.
Como si solo un día antes hubiera entrenado.
Como si nada.
Me encanta el deporte.
Me encanta sentirme libre.
Saber que puedo vestir como me de la gana y no ser criticada por eso.
Saber que puedo gritar a todo pulmón y que nadie me dirá que me calle.
Saber que puedo correr y sudar, sin que me sienta incomoda.
Saber que puedo comportarme como una niña, sin miedo al que dirán.
Sin preocuparme por la edad.
Sin importarme si estoy enferma.
Ayer el entrenamiento llegó a su fin a las 9:30pm.
Y me sentí súper bien.
Me sentí muy a gusto.
Me sentí contenta.
Y me despedí con una promesa clara y directa: Volver.
Que emocionante debió ser para ti reencontrarte con esas viejas emociones. Me alegro mucho por ti. Desde ya, los que te leemos, te deseamos el mayor éxito del mundo. ;-D
ResponderEliminarUn abrazo lleno de cariño para ti.
de vuelta a las andadas... qué bien que la hayas pasado genial :D
ResponderEliminarTe tocó, tengo un premio para ti en mi blog ;-D (Pase a retirarlo cuando guste).
ResponderEliminarSaludos.
¡dale hasta agotar tus ultimas energias, que se renovaran hasta lograr la armonita total
ResponderEliminarpasó por aquí
Escorbuto Mascafierro