Muchas veces al subir a una combi, bus, micro – o como prefieran decirle- he percibido olores que han generado que mi sentido del olfato me repudie, que me odie por hacerla sentir esos “aromas”.
Cada vez es más difícil escaparme de ellos, cada vez es más complicado encontrar un transporte que no genere un conflicto con mi nariz.
En primer lugar está el cobrador, aquella persona que grita como loco en la puerta del carro (toda la marina, pershingggg!; haber con sencillo por favor; acomódense que al fondo entran 8)… esa persona, parece que busca vengarse de los pasajeros que lo “estresan” día a día. Por eso no se bañan, por eso no se lavan las manos, por eso no usan shampoo, por eso no usan talco, por eso no usan desodorante.
¿Realmente les cuesta tanto usar desodorante? ¿Realmente es tan complicado usar un poco de jabón? ¿Realmente es tan difícil pasarse un poco de agua por el cuerpo?
Pues parece que sí; porque mi olfato lo ha sentido, porque mi nariz ha sufrido.
En más de una ocasión he tenido que aguantar un detestable olor por la falta de desodorante; en más de una ocasión soporté un par de manos negras y con cayos por el contacto con el dinero.
Y lo peor de todo es que parece que soy la única que lo percibe, la única que lo huele; porque todos los demás pasajeros duermen plácidamente, conversan como si nada, escuchan y tararean la música de su mp3; todo esto CON LAS VENTANAS BIEN CERRADAS.
Los aromas se impregnan en todo el carro, se esparcen, y al parecer nadie lo siente. Mi nariz no soporta más, me pide respirar aire puro, me pide que la salve de ese martirio.
Solo me queda cubrirla, aguantar lo más posible, y rogar por llegar pronto a mi destino.
Cada vez es más difícil escaparme de ellos, cada vez es más complicado encontrar un transporte que no genere un conflicto con mi nariz.
En primer lugar está el cobrador, aquella persona que grita como loco en la puerta del carro (toda la marina, pershingggg!; haber con sencillo por favor; acomódense que al fondo entran 8)… esa persona, parece que busca vengarse de los pasajeros que lo “estresan” día a día. Por eso no se bañan, por eso no se lavan las manos, por eso no usan shampoo, por eso no usan talco, por eso no usan desodorante.
¿Realmente les cuesta tanto usar desodorante? ¿Realmente es tan complicado usar un poco de jabón? ¿Realmente es tan difícil pasarse un poco de agua por el cuerpo?
Pues parece que sí; porque mi olfato lo ha sentido, porque mi nariz ha sufrido.
En más de una ocasión he tenido que aguantar un detestable olor por la falta de desodorante; en más de una ocasión soporté un par de manos negras y con cayos por el contacto con el dinero.
Y lo peor de todo es que parece que soy la única que lo percibe, la única que lo huele; porque todos los demás pasajeros duermen plácidamente, conversan como si nada, escuchan y tararean la música de su mp3; todo esto CON LAS VENTANAS BIEN CERRADAS.
Los aromas se impregnan en todo el carro, se esparcen, y al parecer nadie lo siente. Mi nariz no soporta más, me pide respirar aire puro, me pide que la salve de ese martirio.
Solo me queda cubrirla, aguantar lo más posible, y rogar por llegar pronto a mi destino.
Ya falta poco, aguanta, ya llegamos al paradero: BAJAN EN LA ESQUINA!