domingo, 29 de noviembre de 2009

¿Y ese olor?

Muchas veces al subir a una combi, bus, micro – o como prefieran decirle- he percibido olores que han generado que mi sentido del olfato me repudie, que me odie por hacerla sentir esos “aromas”.

Cada vez es más difícil escaparme de ellos, cada vez es más complicado encontrar un transporte que no genere un conflicto con mi nariz.
En primer lugar está el cobrador, aquella persona que grita como loco en la puerta del carro (toda la marina, pershingggg!; haber con sencillo por favor; acomódense que al fondo entran 8)… esa persona, parece que busca vengarse de los pasajeros que lo “estresan” día a día. Por eso no se bañan, por eso no se lavan las manos, por eso no usan shampoo, por eso no usan talco, por eso no usan desodorante.

¿Realmente les cuesta tanto usar desodorante? ¿Realmente es tan complicado usar un poco de jabón? ¿Realmente es tan difícil pasarse un poco de agua por el cuerpo?
Pues parece que sí; porque mi olfato lo ha sentido, porque mi nariz ha sufrido.
En más de una ocasión he tenido que aguantar un detestable olor por la falta de desodorante; en más de una ocasión soporté un par de manos negras y con cayos por el contacto con el dinero.

Y lo peor de todo es que parece que soy la única que lo percibe, la única que lo huele; porque todos los demás pasajeros duermen plácidamente, conversan como si nada, escuchan y tararean la música de su mp3; todo esto CON LAS VENTANAS BIEN CERRADAS.
Los aromas se impregnan en todo el carro, se esparcen, y al parecer nadie lo siente. Mi nariz no soporta más, me pide respirar aire puro, me pide que la salve de ese martirio.
Solo me queda cubrirla, aguantar lo más posible, y rogar por llegar pronto a mi destino.

Ya falta poco, aguanta, ya llegamos al paradero: BAJAN EN LA ESQUINA!

martes, 24 de noviembre de 2009

Yo que tú…

Probablemente en algún momento, alguno ha escuchado la historia o anécdota de una persona o amigo y ha pensado o dicho: “yo que tu…”. Y es que, cuando no pasamos por esa situación, nuestra vena creativa sale a la luz, y desea hacerte creer todo lo que harías en caso pasaras por lo mismo por lo que paso esa persona.

Entonces llega tu amigo y te dice: “no sabes lo que me pasó!, estaba caminando, tranquilo, escuchando música, y se me acerca un chico, a pedirme una propina. Lo vi medio pirañón (es decir, con aspecto de ratero), pero me atreví a decirle que no tenía nada. Al rato que le dije eso, me sacó un cuchillo y me dijo que si no le daba nada me dejaba marcado. Así que le di la plata y me quite palteado (asustado).”

Luego de escuchar esta historia, vienen los comentarios y sugerencias, producto de la vena creativa que empieza a brotar por tus labios:
- Yo que tú le metía un puñete y lo dejaba out por ratero
- Yo que tú le quitaba el cuchillo y lo obligaba a pedirme perdón
- Yo que tú no le hacía caso y seguía caminando
- Yo que tú agarraba una piedra y se la reventaba en la cabeza por ratero

Pero, lo mas probable, es que todos, (o bueno, casi todos), los comentarios, sean una total mentira. Y es que cuando uno pasa por la situación, cuando lo vives en carne y hueso, no sueles reaccionar como crees.

Es probable que, lo que en realidad ocurra sea:
- Yo metí la mano al bolsillo y le di todo, billetes, monedas… casi le doy mi celular, mi mp3, y se quería le daba mis zapatillas con tal que no me corte la cara.
- Yo empecé a temblar, y segundos después empecé a gritar; saque lo que encontré en el bolsillo y se lo di rogando por que no me pidiera más.
- Yo corrí más rápido que Bolt; corrí tan rápido como si el serenazgo me estuviera persiguiendo.
- Yo lloré y por poco no me oriné encima.

Lo que es claro, es que no escucharemos estas historias, porque, la vena creativa actúa a favor de tu orgullo y vergüenza, y no permitirá que quedes en ridículo frente a tus amigos.

Entonces, si yo cuento esta historia: “Hace más o menos un año caminaba desde el británico de la marina hasta la católica, la distancia no es mucha, así que iba escuchando música. Un día, note que un hombre me seguía, muy de cerca. Intenté guardar la calma, y caminar por donde había gente, el problema era que recién eran las 8:30am, y no había mucho movimiento en las calles de lima. Paso por mi lado, se detuvo a preguntarme la hora, y le dije que no sabía. Siguió caminando y espero que pasara de nuevo. Me trepe al primer carro que paso, y vi, desde mi asiento, cómo el hombre me seguía con la mirada, dio media vuelta, y se fue. Empecé a temblar de miedo, y solo atiné a contarle a cuanta persona se me cruzara.”

Si escuchas esta historia, Tú que Yo, qué hubieras hecho?

Los dejo con una canción que no quiere salirse de mi cabeza, pero que por suerte, me gusta.

La canción es de Rihanna, y la versión que pongo es la que cantaron en Glee (desde ese día no dejo de escucharla). Quise colgar el video original pero tiene restricciones. Igual está buena, ojala les guste.

martes, 17 de noviembre de 2009

Asiento Reservado

Cuántas veces se han subido a una combi o bus, cansados, esperando encontrar pronto un asiento, y han descubierto que esa posibilidad es muy remota?

Todas las mañanas tomo mi carro para irme a la chamba, y ya tengo bien claro algo: iré parada un buen tramo. Pero, que cólera da cuando ves que tus probabilidades de sentarte se alejan.
Subes y te paras cerca de una persona que al parecer va a bajar; es decir, no me paro al costado de los que duermen, ni de los que están leyendo, porque, muy probablemente bajarán mucho más adelante.

Sigue subiendo gente y me veo obligada a moverme para evitar que me aplasten y viajar un poco más cómoda. Segundos después, la persona que estaba sentada donde yo estaba parada dice: baja en la esquina. “RAIOS! Por qué me moví!?” pienso. En fin, ya se bajará otra persona.

El carro sigue su trayecto, y ya me cansé de luchar con los baches y frenadas en seco del carro. Veo mi posibilidad de sentarme, alguien bajará. Sube más gente, y entre ellos una viejita. Pues, qué puedo hacer!? Asiento reservado… 2da oportunidad perdida y mis piernas y brazos desean un receso.

“En cualquier momento alguien se baja y me sentaré”, ingenuamente pienso. Pero bueno, nada muy alejado de la realidad. Minutos más tarde alguien se baja. Pero estaba sentado en el asiento más incomodo. Era de esas personas que con tal de ir sentada, no le importa si va encima del motor. Yo estoy cansada, pero nunca tanto para ocupar ese asiento. Prefiero seguir parada.

Un rato más tarde, otra persona se baja, y parado frente a esa persona está un chico. Pienso: “tiene cara de ser caballero, me cederá el asiento”. Segundos después, el “caballero” posa sus cuatro letras en el asiento que según yo ocuparía.

Ya se acaba mi trayecto, TODOS están sentados. Soy la UNICA parada. Al menos voy cómoda y nadie me empuja (vale pensar en positivo).

Llegué a mi destino y nunca me senté. Me bajo yo, y detrás mío otro grupo de personas. La combi esta vacía con muchos asientos libres.

Ni modo, para otra será… eso creo.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Te conozco?

Cuando uno tiene un trayecto diario, por la misma ruta, suele identificar a personas, que día a día toman tu misma ruta. A muchos los vez a diario, a otros solo algunos días, pero, ya sientes que los conoces.

Esto me pasa ya hace casi 3 meses, que tomo una misma ruta a diario; gracias a esto he logrado identificar a ciertos personajes.
En este pequeño post les describiré a esos personajes que ya siento que conozco.

La señora temblorosa: esta señora siempre esta sentada adelante, en el asiento reservado. No se exactamente desde dónde venga, porque cuando yo subo a la combi ya ella está ahí. Pero cuando la veo, me arrepiento un poco de haberme subido. El problema con esa señora reside en sus piernas. Cada vez que cruzamos el puente Ricardo palma, llegamos al paradero en el cual la señora se bajará, y en el cual nos quedaremos fácil 5 minutos esperando que la señora baje. No es muy adulta, no es anciana, pero, sus piernas parece que ya lo son, y se vuelve casi una misión imposible ayudar a la señora a bajar de la combi.

La triste: es una joven, aparentemente universitaria, que se baja mas o menos por la cuadra 5 de roca y boloña. El rostro de la chica la hace parecer triste, porque sus ojos son caídos. Además de eso, es súper blanca, y lacia. Siempre esta con los audífonos escuchando música.

Ojitos: es un cobrador de las pocas combis que van por roca y boloña. Ojitos tiene un ojo que apunta en otra dirección. No se si sea de nacimiento, pero, de hecho llama la atención.

Mirón: otro cobrador de las combis que tomo para llegar a la chamba, es un señor ya mayor, chiquito, siempre con su gorra puesta. Le pongo mirón, porque este señor revisa una, dos, tres o las veces que sean necesarias, las monedas que recibe de sus pasajeros. Asumo que en más de una ocasión le han dado monedas o billetes falsos y por eso mira y remira lo que recibe.

La fresca: es una señora, de aproximadamente 40 años, que sube en el puente Ricardo palma. Camina con toda la paciencia del mundo para llegar a la combi. Sube con total lentitud, y si no hay sitio, apoya sus cuatro letras en el respaldar de algún asiento libre. Es una de esas personas que con solo mirarla yo pienso: NO ME CAE.

El escolar: hay un niño que siempre espera el carro a mitad de la calle, y para su suerte, el carro siempre se detiene para recogerlo. Debe estar en 3ero o 4to de secundaria. Pequeño de talla, cabello ondulado, y aunque tenga ropa deportiva o uniforme escolar, siempre trae puesta su casaca. A pesar que siempre lo veo, hasta ahora no se de que colegio es.

Esta es una pequeña lista de los curiosos personajes que acompañan mi trayecto para llegar a mi trabajo. Y ustedes? También tienen sus personajes “conocidos”?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Trayecto

La mañana avanza rápido.
Se acerca la hora de partir.
Muchas cosas pendientes por hacer.
Poco tiempo para hacerlas.
Es momento de salir a tomar el auto que me lleve a mi destino.
Es momento de tomar lo que pueda entre mis manos para poder irme a trabajar.
El tiempo se acelera.
No me queda tiempo para nada.
Es momento de salir.

Los autos pasan llenos.
He salido dos minutos mas tarde de lo normal.
Dos minutos en los que aparece más gente.
Dos minutos en los que los carros pasan más llenos.

Me toca esperar.
No me gusta ir apretada.
Pero es inevitable.
Debo subirme ya.
El tiempo sigue pasando.
No puedo seguir esperando.

Gente cómoda balancean sus cabezas mientras duermen placidamente sentados.
Gente incomoda intenta aguantar y evitar caer mientras van parados.
Gente que intenta subir, empujando, avanzando, pidiendo permiso.
El carro está repleto y yo dentro de él.

Me toca espera que empiecen a bajar.
Se que esto pasara, que en algún momento bajaran todos.
Que en algún momento podré sentarme.
O que en algún momento al menos podré ir parada cómoda.

Todos esperan llegar temprano.
Temprano al colegio.
Temprano al instituto.
Temprano a la universidad.
Temprano a la chamba.
Temprano.

Menos de una hora me separan de mi destino.
Y tal como lo pensé el carro dejó de reventar.
Dejó de albergar a miles de personas.
Y logré sentarme.
Y logré descansar un momento.

Llegó la hora de bajarme.
Y por suerte esta tarea no presenta complicada.
Nadie se interpone en mi camino.
Ahora toca trabajar.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Descarga

Hoy una amiga se ganó mi descarga emocional.
Una descarga que la tenía y la tengo guardada.
Una descarga que prefería no decir.
Pero, muchas veces es inevitable.
Muchas veces es preciso decir las cosas como son,
Y que la gente no crea que todo esta perfecto,
Que no hay problema,
Que está bien actuar así.

Pero, no es así.
Existe el correo electrónico.
Existe el celular para llamar.
Existe el celular para mandar mensajes de texto.
Existen los teléfonos públicos de tan solo 30 centavos para llamar.

No tengo problema con que me cancelen.
Con lo que si tengo problema es con no me avisen.
Con que no se dignen a cancelar su asistencia.
Con que no me avisen que no debo esperarlos.
Que sea necesario que yo los llame para enterarme que no irán.

Existen mil excusas.
Que por culpa del clima se resfrío.
Que un familiar está enfermo y debe cuidarlo.
Que el carro en el que iba se malogro y no podrá llegar.
Que no consiguió dinero.
Que ese día tenía una actividad familiar.
En fin, mil y un excusas, que, en cierta forma, me vería obligada a aceptar y entender.

Pero como aceptar o entender cuando no se nada.
Cuando, no dan señales de vida.
Cuando espero y espero y no llegan.

Hoy mi amiga se ganó con esta descarga.
Se ganó con mi cólera.
Con mi resentimiento.

Pero, ella y todos saben, que esto no me dura siempre.
Que tarde o temprano lo olvidaré.
Que más temprano que tarde ya me habré olvidado de todo.
Que aunque me de rabia lo pasado, yo perdonaré.
Perdonaré como siempre lo hago
Perdonaré como todos saben que lo haré.

Esta fue mi descarga emocional.
Mi descarga guardada tras celebrar un cumpleaños distinto.
Tras festejar un año más de mi vida.
Una descarga que nace por no tener presente ese día a quienes yo creía “infaltables”.
Esta es mi descarga emocional, que se lleva consigo la rabia, el rencor.
Esta es mi descarga emocional que trae consigo el perdón y el olvido.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ayer

Ayer, luego de algunos días de esperar me fui a entrenar.
Debo confesar que la pereza se quería apoderar de mí.
La flojera intentaba ganarle a mis ganas de volver a las canchas.
Luego de una llamada a mi entrenador, y de confirmar que no iría por las puras, me dirigí a mi cuarto a ponerme la ropa que ya hace mucho había dejado de usar.

No me sorprendió ver mis zapatillas con polvo.
No me sorprendió que mi ropa tenga ese tufillo ha guardado que me suele dar alergia.
No me sorprendió encontrar mi rodillera con moho.

Era lo esperado.
Todos mis implementos me esperaban.
Ya me esperaban desde hace unos 6 meses.
Me esperaban desde que las usé por última vez.
Desde que las volví a desempolvar en la época universitaria.

Ayer fue extraño tomar el carro en un sentido que ya había olvidado.
Ayer fue raro abrir mi billetera para mostrar mi carnet universitario.
Ayer vi muchas caras nuevas.
Ayer sentí la universidad distinta.

Encontré muchos cambios.
Muchas cosas distintas y nuevas.
Y por primera vez me sentí ajena.
Me sentí extraña, casi una intrusa.

Pero todo cambió al ver el coliseo.
Todo cambio porque me sentí a gusto.
Todo cambio porque me sentí en mi zona, en mi barrio, en mi espacio.

Al pisar su suelo mi rostro se ilumino.
Al pisar su suelo mi sonrisa se expandió.
Al pisar su suelo mis pies se sintieron a gusto y solo esperaban para empezar a correr.

Ayer me sentí a gusto al regresar al deporte.
Ayer me reencontré con amigos que había dejado de lado,
Que había dejado en un segundo plano.
Pero que por suerte me recibieron con los brazos abiertos.

Fue genial el recibimiento.
Porque fue como si nunca lo hubiera dejado.
Como si solo un día antes hubiera entrenado.
Como si nada.

Me encanta el deporte.
Me encanta sentirme libre.
Saber que puedo vestir como me de la gana y no ser criticada por eso.
Saber que puedo gritar a todo pulmón y que nadie me dirá que me calle.
Saber que puedo correr y sudar, sin que me sienta incomoda.
Saber que puedo comportarme como una niña, sin miedo al que dirán.
Sin preocuparme por la edad.
Sin importarme si estoy enferma.

Ayer el entrenamiento llegó a su fin a las 9:30pm.
Y me sentí súper bien.
Me sentí muy a gusto.
Me sentí contenta.
Y me despedí con una promesa clara y directa: Volver.

martes, 3 de noviembre de 2009

Hoy es el día

Y llegó.
Tras un fin de semana con muchas actividades.
Tras un fin de semana de películas, deporte, caballos y comida.
Tras un lunes de trabajo.
Tras un lunes de llegar a mi casa temprano.
Llegó el día que, en cierta forma, he esperado.

El clima con solcito me anima,
y me provoca regresar a las canchas.
Hoy me espera mi pasión.
Hoy me espera, y creo que lo hace con los brazos abiertos.
Debo confesar que aún me atemoriza.

Yo aún tengo miedo.
Aún no puedo abrirle los brazos de la misma forma que lo hacía antes.
Aún no puedo, ni logro recuperar la confianza que le tenía.

Pero no es para poco,
esa vez me jugó una mala pasada,
esa vez me alejo de él, y yo no quería.
No quería y menos en ese momento.

Pero así fue.
Tal vez me puso una prueba.
Quizás buscaba descubrir cuanto podía gustarme.
O tal vez solo quería que yo demostrara a los demás lo fuerte que podía ser.

Mi cuerpo tal vez necesitaba un alto,
un descanso de tanto golpe,
de tanto entrenamiento,
de tanto desgaste físico.
Pero acaso era necesario que me lo haga saber de esa forma?
Era necesario que me haga sufrir de esa forma?

Ya fue,
ya pasó,
No le guardo rencor a nadie, ni a nada.
No me arrepiento de nada,
todo pasa por algo.

No soy resentida, o al menos no me dura para siempre.
Aprendí a perdonar,
aprendí a comprender,
aprendí a entender.

Hoy será como un nuevo inicio,
como si empezará de cero,
como si nunca lo hubiera practicado.

Pero el cariño será el mismo,
el afecto al deporte no ha disminuido,
mi pasión no ha cambiado.

Espérame