Hace mucho tiempo que no me movilizaba tanto en combi. Es que vivía súper cerca de la universidad, tan cerca como para solo gastar china en el micro, tan cerca como para escuchar con las justas 4 o 5 canciones de mi reproductor de música, tan cerca como para salir a las 4pm cuando la clase era a esa hora.
Pero ahora las cosas cambiaron, ahora la combi ocupa 2 horas y media de mi día, cuando antes ocupaba a lo mucho media hora (eso era cuando hacia 2 viajes al día). Ahora la chamba me queda un poco lejos, y encima no hay un carro que me lleve directo.
Y por lo mismo que paro en combi, es que me gano con muchas cosas, anécdotas, que pueden alegrarme el día por lo cómicas que son, o darme un inicio lleno de bilis. Lo normal es que sea lo segundo. Por culpa del cobrador, por culpa del chofer, por culpa de los pasajeros, o por mi culpa.
Hoy, fue ambiguo. No sabía si reírme de la torpeza de dos pasajeras, o renegar por su indecisión y por demorar la combi.
Dos señoritas subieron a la combi cuando pasaba por la av. Cuba. Desde que subieron, saltaron los problemas, y es que mientras subían, le preguntaban al cobrador si iban por “x” ruta (yo estaba escuchando música, así que la verdad no se cual era su destino). El cobrador les dijo que no iba por ahí, y mientras la chica se bajaba, el chofer le gritaba: “las dejo a una cuadra”. Las chicas decidieron subir, y confiar en lo que les decía el chofer.
Cuando llegamos a la av. Arequipa es que empezó el dilema. Una de ellas decía que debían bajarse ahí. La otra decía que mejor se bajaban volteando.
El semáforo estaba en rojo, así que no había mucho problema con su discusión; pero llamó la atención de los demás pasajeros.
La chica de lentes tenía el monedero en su mano (es decir, ella pagaría el pasaje), y quería bajarse volteando. La otra amiga le decía: “ya apúrate, págale y baja”. Estaba evidentemente avergonzada por la indecisión de la chica de lentes.
Como les digo, no se cual era su destino, pero, de hecho era hacia las primeras cuadras de la av. Arequipa.
Toda esta conversación se dio en el tiempo que duraba el semáforo rojo, pero, obviamente debía cambiar en algún momento a verde. Y eso ocurrió, y ambas señoritas seguían en la combi, indecisas. La gente empezó a desesperarse un poco, y empezaron a dar consejos a las chicas, y un poco más a empujarlas para que se bajen.
La chica de lentes, no sacaba la plata para pagar, porque estaba más atenta por saber donde bajar.
Por suerte, luego de que por poco el semáforo volviera a cambiar a rojo, las chicas bajaron de la combi.
Al bajar pude ver como una de las chicas le decía a la amiga de lentes: “te pasas oie”; y es que evidentemente la chica de lentes le había hecho pasar una gran vergüenza.
Luego de eso me quedé pensando sobre la cantidad de anécdotas que uno puede tener en una combi, y de cómo fácilmente podrías crear un blog al respecto. Y luego de volar un rato sobre cómo se podría llamar el blog, y cual podría ser el primer post; llegué a mi destino, al ovalo de Miraflores, donde, como siempre, me bajo para tomar mi carro que me llevara a la chamba.
Pero ahora las cosas cambiaron, ahora la combi ocupa 2 horas y media de mi día, cuando antes ocupaba a lo mucho media hora (eso era cuando hacia 2 viajes al día). Ahora la chamba me queda un poco lejos, y encima no hay un carro que me lleve directo.
Y por lo mismo que paro en combi, es que me gano con muchas cosas, anécdotas, que pueden alegrarme el día por lo cómicas que son, o darme un inicio lleno de bilis. Lo normal es que sea lo segundo. Por culpa del cobrador, por culpa del chofer, por culpa de los pasajeros, o por mi culpa.
Hoy, fue ambiguo. No sabía si reírme de la torpeza de dos pasajeras, o renegar por su indecisión y por demorar la combi.
Dos señoritas subieron a la combi cuando pasaba por la av. Cuba. Desde que subieron, saltaron los problemas, y es que mientras subían, le preguntaban al cobrador si iban por “x” ruta (yo estaba escuchando música, así que la verdad no se cual era su destino). El cobrador les dijo que no iba por ahí, y mientras la chica se bajaba, el chofer le gritaba: “las dejo a una cuadra”. Las chicas decidieron subir, y confiar en lo que les decía el chofer.
Cuando llegamos a la av. Arequipa es que empezó el dilema. Una de ellas decía que debían bajarse ahí. La otra decía que mejor se bajaban volteando.
El semáforo estaba en rojo, así que no había mucho problema con su discusión; pero llamó la atención de los demás pasajeros.
La chica de lentes tenía el monedero en su mano (es decir, ella pagaría el pasaje), y quería bajarse volteando. La otra amiga le decía: “ya apúrate, págale y baja”. Estaba evidentemente avergonzada por la indecisión de la chica de lentes.
Como les digo, no se cual era su destino, pero, de hecho era hacia las primeras cuadras de la av. Arequipa.
Toda esta conversación se dio en el tiempo que duraba el semáforo rojo, pero, obviamente debía cambiar en algún momento a verde. Y eso ocurrió, y ambas señoritas seguían en la combi, indecisas. La gente empezó a desesperarse un poco, y empezaron a dar consejos a las chicas, y un poco más a empujarlas para que se bajen.
La chica de lentes, no sacaba la plata para pagar, porque estaba más atenta por saber donde bajar.
Por suerte, luego de que por poco el semáforo volviera a cambiar a rojo, las chicas bajaron de la combi.
Al bajar pude ver como una de las chicas le decía a la amiga de lentes: “te pasas oie”; y es que evidentemente la chica de lentes le había hecho pasar una gran vergüenza.
Luego de eso me quedé pensando sobre la cantidad de anécdotas que uno puede tener en una combi, y de cómo fácilmente podrías crear un blog al respecto. Y luego de volar un rato sobre cómo se podría llamar el blog, y cual podría ser el primer post; llegué a mi destino, al ovalo de Miraflores, donde, como siempre, me bajo para tomar mi carro que me llevara a la chamba.
Las combis dan para una conversa multi-temática, inacabable.
ResponderEliminarpasó por aquí
Escorbuto Mascafierro