Cuando era niña, no sé qué edad tenía realmente, fácil 9; pasaba mucho tiempo en la casa de mis abuelitos paternos, después del colegio. Como mis papas chambeaban, nos dejaban con ellos toda la tarde.
Pero bueno, como cualquier niño a esa edad; con mi hermano buscábamos formas de distraernos y pasar el rato.
Así, un día, estábamos en uno de los cuartos de la casa de mis abues, y nos pusimos a jugar (como siempre)
El juego consistía en que debíamos dar vueltas en el sitio, y luego mantener el equilibrio. Lo sé, es tonto, pero, a esa edad juegas cualquier cosa y te diviertes.
Bueno, como yo era la mayor, le dije a mi hermanito que él empiece el juego.
Empezó a girar, y yo a animarlo para que siga. Nos reíamos y disfrutábamos del juego. Pero todo quedó en silencio de un momento a otro, y solo escuché un fuerte golpe, que obviamente llamó mi atención. Vi claramente cómo mi hermano golpeaba su cabeza contra la manija de un gran ropero. Me sorprendí y lo miré esperando una reacción.
Él se tomó la cabeza, y puso una evidente cara de dolor. Me asusté.
Me acerqué a mirarlo, y descubrí con sorpresa que su cabeza sangraba. Me quedé petrificada y dudé un segundo sobre qué hacer. Así que tomé la decisión. Agarré a mi hermano de los hombros y lo llevé al baño. Cerré la puerta, abrí el caño del lavamanos, y metí su cabeza debajo del chorro de agua.
La sangre no paraba de salir, ya parecía película de terror.
Yo estaba asustada por la imagen, y por lo que me dirían mis papas (castigo seguro, solo en eso podía pensar). Pero no podía dejar a mi hermano así, y tuve que llamar a mi abuelita que estaba abajo cocinando.
Se llevaron al toque a mi hermano a la clínica, y yo asustada me quedé en casa esperando por su regreso, y bueno, por mi –según yo- inminente castigo.
Cuando volvieron, mi hermano ya no sangraba y tenía un gran parche en la cabeza. Cuando pregunté me dijeron que había sido necesario hacerle un par de puntos porque el corte había sido profundo.
Por suerte, unos días después le retiraron los puntos, y nada paso más allá de un buen susto.
Y bueno a mí… no me castigaron.
qué suerte que no te hayan castigado... eso sí que pudo haber sido más grave!
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